Un día menos

 Un día menos de vida, un día más perdido en poco más que trabajar. ¿Trabajar para tener algo de dinero y poder vivir? Sí, para poder vivir la vida de trabajar que es la única que vivimos, la que con suerte te ocupa el 80% de tu vida mientras además te condiciona y contamina el otro 20%. A que sinsentido más absoluto estamos acostumbrados, ganar dinero para poder tener el mínimo que te permite seguir trabajando, más no para que estés obligado a seguir y menos tampoco porque viviendo en la calle no podrías estar trabajando, así que la dosis justa para que de aquí no salgas, con la dosis justa de caramelitos para que no te des cuenta la aberración que es y para que tengas un hilo de esperanza que en pro de él sigas así. Sólo tengo una pequeña baza: me resulta tan inconcebible y tan deprimente, que por narices dejaré de hacerlo, encontraré la forma de no hacerlo, porque sino me pegaría un tiro. Me hace pensar -varias veces- (no para mí) en el hecho del suicidio, no porque lo quiera yo porque antes haría cualquier otra cosa, pero por lo sin salida que es vivir así, que poco margen de maniobra hay en algo que te consume tan absolutamente la existencia (tuya y única) y la moral. Y esto lo escribo un día que estoy potable, desde cierta incluso frialdad, un día que no he de hacer esfuerzos literales por no llorar de camino al trabajo o en medio de él mientras veo como pierdo día tras día mi vida. Un día más desperdiciado, uno más consumido en trabajar para nada.