lunes, 10 de septiembre de 2018

"Hijos"

Hoy, mi primer gran amor (plátonico), me ha dicho por teléfono que leyó el otro día esto y se acordó de mí. Sabe un poco la mala relación que tengo con mis padres, y me ha dicho que al verlo pensó hacérmelo llegar de alguna manera para que yo se lo mande a ellos. No lo haré porque mi relación aun es más mala, es decir no hay ni confianza ni ganas de mandarles algo no obvio o imprescindible (y la mayoría de veces ni eso), pero me ha encantado, con algún matiz que se puede sustituir, pero me ha gustado muchísimo. Y que se acordara de mí en medio de su vida más aun.

HIJOS
 
Vuestros hijos no son vuestros hijos.
Son los hijos y las hijas de la llamada de la vida a sí misma.
Vienen a través vuestro, pero no de vosotros.
Y aunque estén con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis abrigar sus cuerpos pero no sus almas, pues sus almas habitan en la mansión del mañana, que vosotros no podéis visitar ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no intentéis hacerlos a ellos como a vosotros.
Ya que la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Sois los arcos por los que vuestros hijos, cual flechas vivas, son lanzados.
El Arquero ve el blanco en el camino del infinito y Él, con su poder, os tensará, para que sus flechas puedan volar rápidas y lejos.
Que la tensión que os causa la mano del Arquero sea vuestro gozo, ya que así como Él ama la flecha que vuela, ama también el arco que permanece inmóvil.

Khalil Gibran

 

jueves, 6 de septiembre de 2018

Para retenerlo aún más si cabe

Ayer estaba sentada a los pies de la cama, y ella de pie delante y de cara a mí. Yo le abrazaba por la cintura y ella me cogía la cabeza, me la echaba hacia atrás para verme desde arriba bien la cara, me cogía el pelo fuerte hacia atrás, me despejaba la cara y me acariciaba la cabeza y cara con sus adoradas manos. Me miraba y me dijo algo así como que no me había visto nunca más guapa, que me haría una foto pero que no lo haría porque sería imposible que refleje la realidad que estaba viendo, que guardaría mucho mejor la imagen en su retina. Me lo decía varias veces, como costándole creerlo. Yo la veía mirarme desde arriba, con el pelo negro sobre su cara seria en ese momento, mirándome así, acariciándome con las dos manos, y retenía con todas mis fuerzas yo también su imagen, sin querer ni decírselo para que no parara, para que tardara lo máximo posible en acabarse el momento. Luego y hoy pensaba que seguramente, ese momento, lo que pasaba en ese momento tal como pasaba, aislándolo de todo, es de lo que más busco, esa sensación es de las que más (la que más he llegado a pensar) persigo sin darme cuenta en las relaciones. Me lo daba inmejorablemente, superior, maravillosa, mayor que yo (me chifla), protegiéndome con su mirada, con sus manos cálidas, su cuerpo pegado a mi cara, con su -de alguna manera o en algún aspecto- admiración en ese momento, su amor, su seriedad en lo que me decía, su verdad, su concentración y aislamiento en mí y conmigo en ese momento, e incluso con el cierto punto "trágico" más consciente o menos en cada una de nosotras, de no poder retener ese momento de una manera cien por cien segura. Por eso y por el momento en sí mismo lo escribo, para retenerlo, aun más si cabe o de las máximas maneras posibles.