jueves, 9 de mayo de 2024

A partir de mañana

"Cuando tenia cinco años, un domingo llegó a nuestro barrio un vendedor ambulante con una canasta de bambú llena de pollitos. Yo iba detrás de mi padre a buscar nuestra ración semanal de comida, y cuando el vendedor puso un pollito en mi mano, con su cuerpo pequeño, suave y tibio que no paraba de temblar, lloré antes de poder pedirle a mi padre que me lo comprara. No éramos una familia rica: mi padre trabajaba como portero, y mi madre, enferma desde que tengo memoria, no trabajaba, y yo aprendí a contar monedas y billetes pequeños con mi padre antes de salir a hacer las compras. Debe haber sido doloroso para los que conocían nuestra historia ver la angustia de mi padre, pues dos mujeres se ofrecieron a comprarme dos pollitos. De camino a casa, mi padre me advirtió cariñosamente que los pollitos eran demasiado jóvenes como para durar más de un día o dos. Yo les hice un nido con una caja de zapatos y papel de periódico y los alimenté con mijo ablandado con agua, y, un día después, cuando parecían enfermos, les di una aspirina disuelta en agua. Dos días más tarde murieron. El primero en irse fue el que bauticé Punto, que tenía una marca de tinta en la frente, después fue el turno de Champiñón. Robé dos huevos de la cocina cuando mi padre fue a ayudar a un vecino a arreglar un fregadero que goteaba -por esa época mi madre no solía estar en casa-, los rompí con cuidado y lavé las yemas y las claras, pero sin importar lo mucho que lo intentaba no podía hacer que los pollitos volvieran a entrar en las cáscaras de huevo, y hasta el día de hoy puedo ver la media cáscara sobre la cabeza de Punto cubriendo la marca de tinta como un sombrerito gracioso.

Desde entonces he aprendido que la vida es así, cada día es como un pollito que se rehúsa a volver al huevo." 

Yiyun Li


A partir de mañana.